- gas
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Aunque cada día más arrinconada por la vitrocerámica, y por la extensión de las instalaciones de gas-ciudad, todavía es posible ver la tradicional bombona de butano siendo cargada y descargada de sus camiones o iluminando balcones y terrazas de muchas calles. Y resulta curioso que entre los profesionales del gremio no se las llame bombonas sino botellas, por la sencilla razón de que ellos, más que nadie, saben que, efectivamente, están llenas de líquido. De un líquido debidamente pesado, medido, controlado. Sólo al abrir la válvula ese control desaparece y las moléculas del líquido se hacen gas y se desordenan de tal manera que no es extraño que su nombre proceda del desorden por excelencia: el caos.Así, al menos, debió de pensar el físico holandés J. B. van Helmot (1577-1644) cuando, después de estudiar la estructura interna de los sólidos, los líquidos y los gases, asoció la de estos últimos con el desorden más absoluto -lo que no ocurre tanto con los líquidos ni, mucho menos, con los sólidos-, de manera que a ese estado de la materia la llamó así, gas, adaptación, según sus propias palabras, de la palabra griega jáos, a través de la latina chaos:«Halitum illum Gas vocavi, non longe a Chao veterum secretum», lo cual, más o menos, viene a decir: «He llamado gas a ese espíritu porque no es más que el caos de los antiguos.»Sobre la forma que le dio a la nueva palabra, cabe pensar que el cambio de la inicial se debiera a que en su idioma, el neerlandés, la ch- y la g- suenan de modo parecido (como nuestra j), y quizá por cierta influencia de la palabra neerlandesa geest, \'espíritu\' (parecido al inglés ghost), por la costumbre del propio Helmot de llamar al gas con la expresión latina spiritus silvestris o su sinónimo halitum.
Diccionario del origen de las palabras. 2000.